“Alertas tempranas, un mecanismo de protección de los derechos humanos”, es el título del artículo que escribió Negret para «El Tiempo» de Colombia, enfocado en los conflictos armados y el narcotráfico. El Defensor considera que estos dispositivos «son fundamentales para construir la paz en el país, para no dar marcha atrás y no repetir atrocidades».
Conflicto y Narcotráfico
Alertas tempranas, un mecanismo de protección de los derechos humanos
Escribe Carlos Negret
La prevención es para los derechos humanos, lo que para el fútbol son los porteros: ante el éxito, pocas veces se nota su presencia, pero ante el fracaso, nadie duda en señalarlo como responsable.
Bajo esta máxima, desde hace más de 15 años, la Defensoría del Pueblo, con el respaldo irrestricto de la cooperación internacional, en especial de Usaid, ha desarrollado una herramienta sólida y rigurosa para advertir los escenarios de riesgo de violaciones a los derechos humanos e infracciones al derecho internacional humanitario derivados del conflicto armado: las alertas tempranas.
Estos documentos de prevención, elaborados bajo los principios de humanidad, protección, imparcialidad, oportunidad y respeto por las competencias institucionales, tienen como propósito fundamental identificar las vulnerabilidades de las poblaciones expuestas a estos riesgos, así como las capacidades estatales para mitigarlos.
Así mismo las alertas, comprendiendo que seguridad significa la realización integral e interdependiente de todos los derechos humanos, les transmiten a las autoridades una serie de recomendaciones referidas, en su gran mayoría, a la necesidad de llevar el Estado civil y social a estos territorios a través de garantías para el ejercicio del derecho a la salud, educación, trabajo, libre circulación, entre otros.
Lo que se busca es que el Estado cuente con un insumo que le sirva para tomar decisiones integrales no solamente para atacar el conflicto armado y las violaciones a los derechos humanos sino, principalmente, sus causas.
Esto quiere decir que tenemos la convicción, por ejemplo, de que el reclutamiento forzado de niños y niñas se combate también con una oferta robusta de educación rural y vocacional; que el asesinato de líderes sociales y defensores de derechos humanos también se previene reparando integralmente a las víctimas y esclareciendo las causas de las violaciones, o que una masacre se puede evitar construyendo una vía o garantizando la navegabilidad de un río.
Día a día, con nuestros casi dos mil funcionarios recorremos la Colombia profunda; la despavimentada, la de los ríos, caños, veredas y comunas, para identificar cuáles son los factores que los pueden hacer objetivo de la arbitrariedad de los grupos armados. Y lo hacemos bajo el convencimiento de que el Estado debe ser un ente tangible para las comunidades, ya que ello además de contener emocionalmente los dramas humanos que padecen, disuade con efectividad a los violentos, pues comprenden que no están solos y que los acompaña una entidad que vela por el ejercicio de sus derechos.
Las alertas tempranas, nacidas bajo la sombra del conflicto armado como un mecanismo de prevención para alivianar sus consecuencias fatales, son ahora fundamentales para construir la paz en el país, para no dar marcha atrás y no repetir las atrocidades que vivimos.
El aprendizaje de 15 años de monitoreo del conflicto armado y la confianza construida con las comunidades deben ser ahora referente para las autoridades que tienen a su cargo el deber de proteger los derechos humanos.
Las alertas tempranas, entonces, no se emiten para controvertir, pero tampoco para que se las controvierta, pues obramos con el convencimiento de que una alerta atendida es una muerte evitada.
Punto y aparte: en el mes de marzo, en nombre de la Defensoría del Pueblo de Colombia y las instituciones nacionales de derechos humanos de las Américas, asumiré la presidencia de la Alianza Global de Instituciones Nacionales de Derechos Humanos, donde espero fortalecer su mandato de independencia y autonomía, que son un legado de la democracia.